Testimonio con la descripción detallada de los maltratos y delitos que cometen los soldados, marineros, generales y capitanes de las flotas y armadas que llegan a la ciudad.

El Gobernador Martín de las Alas ordena que el señor Tomás de Herrera, Procurador de Causas del Cabildo de Cartagena, presente los testigos que darán “la información que en la dicha petición se ofrecen a dar … de lo que conviniese a la quietud, paz e sosiego de esta ciudad”, para que se informe al Rey Felipe, ante Francisco Martínez, Escribano Mayor de la Gobernación de la Provincia de Cartagena “o ante Pedro de Balza, Escribano de su majestad, los cuales o cualquier de ellos los (I. 20) reciban con asistencia del Señor Teniente General” del Gobernador.

El Teniente General de aquella Gobernación hizo comparecer a las siguientes personas, para testificar sobre los abusos y delitos cometidos por los capitanes, generales y otras gentes de las flotas y armadas que llegan a Cartagena, y envíen al Rey la dicha información:

Diego Polo, Luis Márquez Arráez, Esteban Bravo y Pedro Hernández Arráez (I. 21) [registros A-CC-0014-04 a 0014-07).

Testimonio 3 Cartagena, febrero 22 de 1570. Esteban Bravo, vecino de Cartagena (I. 26).

Declara que durante los 25 años que hace que reside en aquella ciudad, ha visto muchas armadas y flotas que vienen de Castilla donde vienen soldados y capitanes, y que también han hecho muchos “desaguisados e desafueros”, y que le consta que en la flota del Capitán Nicolás de Cardona, la cual está “surta en este puerto”, el Capitán Juan de Vallejera y alguna “gente de la mar, [armados] con picas y rodelas y espadas, llegaron al muelle de esta ciudad y entraron en una fragata de este testigo y entraron (I. 27) debajo de cubierta y sacaron las velas de la dicha fragata”, las cuales tiene el Capitán Vallejera “a donde él quiere” y no las quiere devolver ni dar razón de por qué las tomó.

Aquella noche también se le llevaron una sondaleza o cuerda con la que se miden las brazas que hay desde la superficie hasta el fondo del mar.

También declara que aquella misma noche le quitaron la jarcia y se llevaron las velas de otra fragata que estaba junto a la de este testigo, “lo cual ha sido y es escándalo en esta ciudad”, y afirma que vio a los dueños de estos barcos quejarse y solicitar remedio, y que sabe que la dicha gente de mar ha hecho “otros desafueros e desaguisados a los dichos vecinos de esta ciudad y a los barqueros, e sabe que andan de armada de noche y de día, y que si la justicia los quiere prender, se resisten e se van a las naos y se hacen fuertes”.

También ha sido testigo de “cómo (I. 28) en los barcos, navíos, fragatas que salen de este puerto, han hecho otros desafueros e detenido los que hacen su viaje, preguntándoles cosas bien fuera del gobierno de las tales flotas, y que aunque vayan despachadas de la justicia de esta ciudad, los detiene e hacen volver su viaje, a cuya causa se vuelven los tiempos y es gran pérdida de los tales barqueros e pasajeros, e causa de murmuración en esta ciudad”.

Asegura que todo lo dicho es verdad, que tiene 55 años y firma ante Pedro de Balza, Escribano (I. 29).