Carta de los vecinos de Cartagena y regidores del Cabildo denunciado al Gobernador por los daños que causa por su mala vida y proceder y solicitud para que se nombre otro en su lugar.

Carta de los vecinos de Cartagena y regidores del Cabildo al Rey Felipe en la que mencionan que en otras oportunidades le han suplicado que “se duela de esta afligida ciudad de Cartagena en Indias y … se mande informar de las personas desapasionadas que de acá van, la desilusión y descompostura con que procede don Pedro de Acuña … respecto de su temeraria lengua y grandes atrevimientos”, y para solucionarlo, hace dos años trataron de enviar a una persona a la Corte para suplicarle enviase otro Gobernador, para que “este desventurado lugar no fuese tan maltratado y ofendido en las cosas de más estimación que tenemos”, pero como el señor Acuña tuvo noticia de ello, lo impidió “con amenazas que hasta a los religiosos las hace”, y por ello, “nadie se atreve a dar cuenta a vuestra majestad de su mala vida y proceder, antes hace con fuerza y violencia que escribamos lo que a él le conviene, así a religiosos como a seglares y ahora, acusado de su conciencia, temiendo que la noticia de su mala vida llegara a los oídos de su majestad”, obligó a los regidores del Cabildo de Cartagena a nombrar por Procurador General a Antonio de Ordás, criado del Gobernador, y a revocarle el dicho nombramiento a Alonso López de León, “persona de las calidades que para semejante cargo convenía y nos ha sido forzoso hacer su voluntad y dar autoridad, poder y dineros al criado que él envía a sus negocios propios y contra nosotros mismos” sobre lo cual nadie se ha atrevido a denunciar, pues el mencionado Gobernador “confiado en las exenciones de su hábito, usa de mil dañosas libertades, aún en las cosas que vuestra majestad le manda”, como consta por “no haber querido recibir al capitán Sancho de Alquiza por Sargento Mayor, ni vender los oficios de Alguacil Mayor y Depositario, por serle de (I. 1) aprovechamiento”, y como es su obligación rematar el oficio de depositario, aunque un comprador pagó por él “un precio muy excesivo”, no lo ha dejado posesionarse en el dicho cargo y permitió que el que tenía antes ese cargo continúe en él, “no embargante que con autos y diligencias cautelosas él lo colorea y envía testimonios aparentes a razón y justificación”, lo cierto es que no ha querido vender “los dichos dos oficios, antes se ha enojado con los que hicieron postura en ellos”.
Por todo lo anterior, le suplican “mande remediar nuestra calamidad y gran miseria”, y que los vecinos de Cartagena no firman esta carta porque desde España “se avisa al dicho don Pedro lo que se trata de él, y se nos recrecerían grandísimos daños” como “amenazas con estocadas y palabras afrentosas, diciendo que vuestra majestad no le puede quitar la renta que por su hábito tiene en Salamanca, ni hacerle ningún castigo, sino remitirle a su Orden” (I. 2).