Contrapropuesta para que no se desarmen las galeras que guardan la costa: que se desarme solo una, y que sus gastos los asuman el Cabildo y los vecinos de Cartagena.

Copia de una carta de don Pedro de Acuña, Gobernador de la Provincia de Cartagena, al Rey Felipe III [registro A-0183-01].
Después del regreso de la galera capitana de Porto Belo, a donde viajó para acompañar la Armada Real a cargo de Francisco Coloma, y habiéndose quedado en Cartagena la otra galera “en guardia de la plata del galeón de don Luis Fajardo”, al querer ejecutar la orden sobre desarmar las galeras, el Cabildo de esta ciudad, “representando muchas y muy graves causas e inconvenientes” que se causarían a Dios, al servicio de la Corona y a la costa de Tierra Firme, le pidió que no cumpliera la orden hasta que el Rey no esté muy bien informado de este asunto, por parte del Cabildo y de los ministros que en ese momento se hallaban en Cartagena, y mande suspender su desarme.
Aunque el Gobernador se negó a hacerlo, por cumplir las órdenes del Rey, acudieron donde el doctor Antonio González, miembro del Consejo de las Indias “y a los Generales don Francisco Coloma, don Luis Fajardo y Sancho Pardo Osorio, refiriendo las dichas causas y proponiéndoles otras que don Alonso de Sotomayor, Presidente de la Audiencia de Panamá, advierte, como celoso del servicio de vuestra majestad”. Revisaron el tema y como son testigos de “los daños que se han de seguir en dejar desarmada esta costa, y tan ocasionada a los muchos enemigos que andan por estas islas, les pareció que reformando la una galera, se podría dejar armada la otra para algún abrigo desta ciudad”, y que esta ciudad “se obligue a sustentarla desde último deste mes, que es el tiempo en que parte la Armada deste puerto”, hasta que el Rey decida “lo que se debe hacer en este caso”.
Lo que permitió que el Gobernador aceptara la propuesta del doctor González y de los generales de la Armada es que “no se contraviene en cosa alguna a la intención y mandato de vuestra majestad, supuesto que el principal fin desta reformación es excusar la costa y gasto que las dichas galeras hacen”, y si la ciudad y sus vecinos pagan los gastos de la galera que quede armada hasta que el Rey se pronuncie de nuevo sobre ello, cesa el gasto de la Corona. Durante todo este tiempo la dicha galera servirá al Rey y no se sacará dinero de su Caja Real, “que no es de pequeña consideración”, y si a pesar de lo dicho el Rey decide poner “en ejecución el desarmarla, sin reparar en los daños referidos, que son harto considerables, se cumplirá con la nueva del primer aviso”.
Informa que han puesto en libertad a los forzados que cumplieron sus condenas y que envían a España con el General Coloma 12 franceses que estaban en estas galeras, “por parecerles a todos convenir así al servicio de vuestra majestad, de que advierto para que se haga dellos lo que vuestra majestad más fuere servido”.
También informa que la galera queda “bien tripulada y de servicio para lo que se ofreciere”, y enfatiza que “sin las dichas galeras o otra defensa que pueda suplir la gran falta que han de hacer, yo, ni nadie que entienda las cosas de (I. 5) la guerra se obligará a guardar esta plaza en el estado que quedará sin ellas”.
El Gobernador suplica al Rey reconsiderar el tema “pues es negocio muy para ello, que con haberlo advertido y acabar en la demanda cuando se ofrezca, como tengo obligación y siempre lo he mostrado en las muchas ocasiones en que me he hallado en servicio de vuestra majestad, cumplo” (I. 6).